sábado, 9 de mayo de 2015

La educación inclusiva

En educación se han producido cambios sustanciales a la hora de afrontar la problemática de los niños con síndrome de Down.

La postura  que se tenía sobre estos niños ha ido evolucionando (¡Menos mal!). 
En un principio, se pensaba que no se podían educar y, por tanto, ni siquiera podían pensar otras maneras de acercarles la educación. 
En un segundo momento se crearon colegios de educación especial, que generalmente estaban funcionando en régimen de internado. 
A finales de los años setenta se integraron a estos niños en escuelas normales, combinándose a veces con aulas de educación especial.  

El problema, en la actualidad, es intentar que el niño con síndrome de Down consiga en el aula ordinaria adquirir los conocimientos y el aprendizaje necesario. Se requiere para ello de un personal especializado que cuide y potencie al niño prácticamente desde que nace.
Acudir a un colegio de integración durante todo su periodo evolutivo y proporcionarle apoyos especiales contribuirán a su desarrollo óptimo y le prepararán para afrontarse a la vida.
La escuela es el comienzo del fiel reflejo de la pluralidad que, más tarde, se encontrarán los niños en la sociedad. Por tanto, no se pueden aislar: la diversidad es una de las claves de la plenitud y, siempre que esté en nuestra mano, hay que lograr convertir las diferencias en oportunidades de crecimiento personal.


El comienzo de la escolarización es el primer paso hacia un proceso largo y curvo, pero no por ello insatisfactorio. Hay que ser conscientes de que la evolución de un niño con síndrome de Down no será la misma que la del resto de niños de esa edad, pero aunque el camino sea más largo, las metas pueden ser las mismas.

Pero ¿todos los alumnos de una misma clase no son iguales, no?
Simplemente, la madurez llega en diferentes momentos, lo importante es que logren convertirse en personas y que se superen a sí mismos cada día.
Hay que destacar que la adaptación es complicada, igual que su ritmo de aprendizaje, entrando en juego el equipo docente como medio facilitador y como apoyo fundamental. 

En general, con los niños con el síndrome de Down es conveniente realizar las adaptaciones curriculares que tengan en cuenta los aprendizajes más deseados por el niño, aquellos en los que están más interesados y motivados. Dichas modificaciones abordarán el campo didáctico y organizativo (material, ubicación de la clase...)

Los objetivos que marquemos no serán los mismos que para el resto, sino que formarán parte de una serie de propósitos personales del propio sujeto. Se deben potenciar los rasgos más favorables del niño, como el trabajo visual, manipulativo y en situaciones similares a las naturales. 
Además, es necesario tener en cuenta que ejecutan las tareas más lentamente que el resto y que su discriminación auditiva también es menor, por lo que se le brindará mayor tiempo para resolver las actividades.


Aunque en muchas ocasiones no se tiene en cuenta, la independencia es un valor imprescindible. Han de aprender a ser por ellos mismos, a equivocarse, a enfrentarse a problemas que requieran barajar distintas opciones... Eso es la vida. Al potenciar las cualidades más sobresalientes del sujeto, dejamos de lado sus limitaciones y le permitimos superarse, confiar en sí mismo. 

No nos engañemos: el éxito de estos alumnos depende de la actitud del profesorado, de su apoyo y orientación, de las posibilidades que les brinden. 


LA INCLUSIÓN DEBE DEJAR DE SER UN PROPÓSITO PARA CONVERTIRSE EN UNA REALIDAD. 
LAS DIFERENCIAS SON OPORTUNIDADES Y LA DISCAPACIDAD ES NUESTRA INCAPACIDAD PARA ENTENDER QUE TODOS TENEMOS CAPACIDADES DIFERENTES 


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